Del Vi 5.11.2010 al Ma 9.11.2010
Santa Cruz (Bolivia)
Al dia siguiente cambiamos de hostal y fuimos al Santa Barbara, donde podíamos disfrutar con nuestros nuevos amigos (Sebas, Valeria, Martin, Ernan, Gill y una alemana). Fuimos a comer al mercado, como tantas otras veces haríamos posteriormente, donde la comida es excelente y a un precio irrisorio (primero y segundo por 1 Eu). Me resultaban muy familiares aquellos mercados y salía feliz y bien lleno de ellos. Por la tarde dimos un paseo por el parque urbano, donde aprovechamos para recoger unas semillas. Se estaba despertando nuestra curiosidad por la artesanía. Al día siguiente, sin más demora, fuimos a ¨7 calles¨, área repleta de tiendas, donde cada calle tiene un estilo diferente, que si ropa, herramientas, comida, así hasta que encontramos la de los hilos encerados, con los que empezaríamos a hacer artesanía. Por la noche, Sebas nos enseño los primeros puntos para hacer pulseritas, asique pronto empezaríamos a ver algún ingreso.
Al día siguiente partíamos todos, era un día lluvioso, y cada uno con destino diferente, asique lo dedicamos a organizar cositas, entre ellas a cambiar dinero, que por tercera vez en esa semana había bajado el euro. Triste y cabreado miré a Eva y le dije que cada vez valía menos nuestro dinero. Nos despedimos de nuestros amigos y fuimos a la terminal que es una completa locura. Parece un mercadito donde todos ofrecen a viva voz sus destinos. Hay que estar para vivirlo, esto no se puede imaginar. Uno de ellos me agarro del brazo y tiraba de mi tratando de llevarme a su compañía. Le miré y le dijé que no me tocara. Si les das rienda suelta te meten en cualquier autobús con tal de que compres con ellos. Finalmente compramos ticket para Trinidad, esta vez en bus cama, bastante mas comodo y solo un poco mas caro (recomendado). Diez horas de viaje nocturno por solo 40 Bs (4 Eu). Afortunadamente mucho mejor que la vez anterior.
Mi 10.11.2010
Trinidad
Llegamos a Trinidad temprano, a las 7:30. Desayunábamos en un bar de la plaza central cuando un movimiento extraño en el árbol de enfrente me sorprendió. Me fije y observe al animal que resulto ser un perezoso. Se movia de forma tranquila y segura, con movimientos más técnicos que los de un escalador. Sin duda aquel encuentro casual me lleno de alegría y curiosidad asique corri para verlo de cerca.
A pesar de lo que toda la gente nos había advertido, a mi me ha gustado la ciudad, no me pareció especialmente sucia, ni calurosa, ni peligrosa, ni mosquitos. Quién sabe, quizás un golpe de suerte!
Ju 11.11.2010
Santa Ana de Yacuma
A la mañana siguiente cogí unos mangos del jardín para desayunar y después fuimos a casa de Nino para contactar por radio. Un señor que se mostro muy amable y hasta nos invito a desayunar. Llamamos por radio y nos informaron que pasaría un barco por el puerto de San Mateo a medio dia. Todavia había tiempo. Fuimos a comprar lo mas básico puesto que el barco tardaría tres o cuatro días en llegar y necesitábamos comida para el viaje. Despues de comprar lo minimo imprescindible nos quedaban solo 150 Bs para el barco, con lo cual nos iba a faltar dinero y la posibilidad de cambiar o sacar era remota. Conclusion, necesitábamos dinero y transporte hasta el puerto San Mateo. La necesidad apretaba asique esperamos en la plaza a ver si alguien nos llevaba y casualmente empezó la venta de artesanía inesperada. Un grupo de chicas muy simpaticas escucharon la historia de nuestro viaje y nuestra intención de llegar hasta Mexico. Enseguida se interesaron y compraron varias pulseritas para ayudarnos. Eva se apresuraba a hacerles una igual a cada una, mientras yo seguía vendiendo atrapasueños y trataba de conseguir un coche que nos llevara. Se acercaba la hora en que el barco pasaría y aun estábamos a media hora de camino. Pero no podíamos hacer nada, no mucha gente va en esa dirección. Las ventas nos mantenían entretenidos y finalmente las chicas (Paula, Rebeca y Valeria) se apiadaron de nosotros y se ofrecieron a llevarnos en media hora. Todavia tuve tiempo de cambiar un par de pulseras por dos comidas completas para el camino. Es increíble como te cambia la suerte, de pronto ya teníamos dinero, transporte, comida y unas amigas muy guapas y amables. Eva y yo nos miramos y sonreímos, somos un gran equipo. Nos apresuramos hacia San Mateo y la noticia llega. El barco ya paso hacia media hora. Una pena después de tanto esfuerzo. Tratamos de llamar por radio de nuevo para informarnos del próximo barco, pero nadie sabe. Decidimos quedarnos allí, a orillas del rio, donde solo hay una o dos familias, varios niños que parecen cavernícolas y un monton de basura alrededor. Es bastante feo. El calor es aplastante y un perro hambriento nos ha robado una bolsa con comida. Comimos la otra con ganas y nos refugiamos en la sombra. De pronto Eva me llama. Una serpiente yace muerta cerquita nuestra. Nunca pensé esto, pero ahí estaba yo, abriéndola de par en par y sacándole su hermosa piel. Algo haría con ella. Eva esta un poco desilusionada que hemos perdido el barco y no sabemos cuando pasara el próximo. Yo estoy entretenido, y aunque el lugar no es muy bonito, al menos podemos pescar en el rio. Después de despellejar la serpiente trocee su blanco cuerpo y lo utilizamos para pescar. La naturaleza nos proveería de alimento. Pescamos desde el remolcador de Fabian, el barquero. Un hombre muy amable que nos ofreció guardar nuestras mochilas en su casa y me dio sal para curtir la piel. Conseguimos sacar cuatro bagres, un pescado con largos bigotes. Ningún barco había pasado y los mosquitos anunciaron la noche con sus picadas acosadoras. Nos recogimos y fuimos a cenar con Fabian, le habíamos prometido compartir la pesca. El preparo el fuego y nosotros la cena. El resultado fue una sopa de pescado bueniiisima y bien merecida.
Nos invitó a dormir en su humilde chabola y aceptamos. Os aseguro que muchos de vosotros no hubierais dormido allí. Los bichos merodeaban a tu alrededor y las cucarachas paseaban tranquilas. Si, da un poco de asco y te cuesta conciliar el sueño, pero era una casa y aquellos bichos también habitaban en ella. Desde luego, admiro a Eva, no conozco a muchas mujeres capaces de hacer lo que ella hace con gusto. Al fin y al cabo son bichos, y no te van a hacer nada… trataba de mentalizarme interiormente.
Si el día fue abrasador, la noche era perfecta. La media luna brillaba en el cielo rodeada de estrellas y reflejaba en el rio Mamore. La brisa del rio acariciaba tu piel y te refrescaba después del caluroso día. Los putos mosquitos estaban también ahí, persistentes, para recordarte que no todo era tan bonito. A las 3:30 am despierto súbitamente. Algo a caído en mi cara, pero no consigo saber el qué. Que coño era eso, le digo a Eva.
Do 14-11-2010
Navegando con la Armada por el Rio Mamoré
Despertamos de sopetón a las 8 am con la llamada de la gente exclamando “viene motor, viene motor!!” De un brinco saltamos de la cama y preparamos las mochilas. El barco no suele parar asique debemos abordarlo con la barquita. Un barco de metal, de dos pisos, pequeñito, acogedor y práctico que lleva un remolcador grandísimo repleto de gasolina que va hacia Brasil. Nos asignan la azotea, lugar donde el timonel dirige la embarcación día y noche. La mala noticia que no hay donde esconderse del sol. Seis miembros componen la tripulación (Marcos, Oscar, Carlos, Cristian, Juan y Claudia) miembros de la armada boliviana.
Pasamos todo el día a bordo sin movernos, tan solo tratando de evitar el sol abrasador, puesto que dos de ellos habían ido al pueblo de compras y se entretuvieron más de la cuenta. Nosotros aprovechamos para hacer artesanía. Por fin llegaron al atardecer y zarpamos. Por la noche coqueamos llenando nuestra boca de esas hojas amargas, esta vez adicionándoles bicarbonato para una mejor extracción. Eva fue a dormir mientras yo disfrutaba de la brisa nocturna mientras navegábamos por aquel rio. La tranquilidad era total y me encantaba aquella sensación.
Habíamos dormido en el ático del barco donde habíamos colocado la tienda de campaña. Por la mañana la sensación de poniente era constante asique pasamos todo el día en el primer piso a la sombrita. Nos entretuvimos, Eva con la artesanía y yo escribiendo. Fumaba mi pipa y me mecía en la hamaca, mientras la brisa aliviaba mi piel quemada del día anterior. Era un placer navegar por aquel rio y contemplar los paisajes que forma el curso de agua dando vida a multitud de gigantes verdes.
Casualmente nos topamos con unos animales que no reconocí y resultaron ser delfines de color rosa. También muchas tortugas, tomando el sol sobre los troncos que emergen del agua. Una detrás de otra saltaban al agua con un empujoncito cuando nos aproximábamos. Mariposas, tábanos, aves y como no, mosquitos. Por la noche atracamos en la orilla del rio y pescamos unos bagres que nos vendrían muy bien para la sopa de pescado del día siguiente.
Durante nuestro viaje que duró varios días, cruzamos por múltiples comunidades, que viven medio aisladas, tan solo acceso por rio. De vez en cuando salíamos hacia ellas con el bote a motor con el fin de conseguir algunas provisiones a cambio de gasolina o diesel. Me gustaba el trueque. En un lugar plátanos, en otro pescado, más adelante gallinas, otro día un cerdito. Me gustaban aquellos intercambios, sin tiendas ni supermercados. Lo que no me gustaba era ver como lanzaban al agua absolutamente toda la basura; plástico, papel, botes de metal. Dios mío, no podía ver cuando lo hacían! Y todos nuestros intentos por concienciar fueron inútiles. Esto va a Brasil – decían riendo.
El tiempo pasa ameno en el barco, pero hay algo que no soporto pero que odio. Son las miles de cucarachas de todos los tamaños, sobretodo en el baño y en la cocina. A un lado un caminito de hormigas, al otro lado de cucarachitas pequeñitas… Sufro más cuando hay alimentos a medio preparar o preparados que esperan en la cocina, donde les resulta muy accesible llegar hasta ellos. Aun así, hay que adaptarse, no tenemos mucha comida y cualquier cosa a que nos inviten es bienvenida. Por suerte, se portan muy bien con nosotros y todos los días nos dan un plato para que compartamos y la verdad esta bueníisima. Nosotros a cambio, tratamos de ayudar un poquito para merecerla.
Al día siguiente Marcos me despertó a las 6 de la mañana, tal y como habíamos quedado. Estábamos en Surpresa, donde había una intersección con el Rio Itene, de aguas claras. Bajé rápidamente y un poco resacoso para ir con Oscar. Mientras ellos vendían unos barriles de gasolina yo me entretuve comprando algo, y cogiendo un montón de mangos buenísimos, unos de piel amarilla, más pequeños, menos fibrosos y con más carne. Que fruta tan rica, y gratis! Allí descubrí que pescaban por la noche, con linterna y arpón. De regreso al barco ya habían matado al cerdo, pero todavía tuve tiempo de ver como lo preparaban. Lo afeitaron completamente con el cuchillo, lo lavaron con jabón y lo abrieron sutilmente por la mitad, quedando al descubierto todas sus tripas y demás órganos. Sacaron todo aquello para los peces y después lo partieron por la mitad a golpe de machete. Comimos estupendamente. Y Claudia nos hizo una explicación de varios tipos de comida y como prepararla. Que si charque, locro, majao, chicharrón, jigote, chicha… aunque hablábamos el mismo idioma todo me sonaba a chino. La comida sin embargo me sabia a gloria!
Después del desayuno me quedé dormido en la hamaca. Desperté a mesa puesta y comimos el cerdito frito con arroz. Por la tarde artesanía y por la noche la cosa se animó. Los tripulantes llenaban sus bocas con hojitas de coca. Samuel, otro tripulante, nos sorprendió con dos botellas de licor. La fiesta estaba lista. Fue divertida la noche que nos embriagó a todos. Pero lo mejor, la brisa nocturna!
Era viernes, y llegábamos al puerto de Guayaramerin, frontera con Brasil, habíamos pasado seis días a bordo, y lo habíamos pasado genial. Habíamos aprendido muchas cosas, probado muchas comidas, conocido el humor boliviano, echo mucha artesanía, habíamos pescado y disfrutado la tranquilidad de cada noche y todavía, producto de nuestras ventas, nos íbamos con más dinero del que habiamos llegado. Fue una experiencia muy enriquecedora y divertida, gracias a esa tripulación que nos cuidó y trató como privilegiados.
Antes de salir del barco colaboramos con la limpieza del mismo, pues debía estar listo para inspección. Allí estaba yo, cual bombero, con la gorda y larga manguera de agua a presión, arrasando cualquier señal de suciedad del remolque y lanzando chorros refrescantes al viento. Eva hacia lo mismo pero con cubos de agua en el remolcador. Era nuestra pequeña colaboración al motor 10, lo mínimo que podíamos hacer por ellos y además resultó divertido. Justo antes de salir, se presentaron todos los marineros de un blanco impoluto que me sorprendió. Ya en el pueblo paseamos y buscamos algún lugar barato donde dormir. No encontramos nada económico asique regresamos al barco donde nos invitaron a dormir y cenar. A condición que saliéramos a las 6 de la mañana. Antes de dormir salimos a tomar unas cervezas con la tripulación.
Sa 20-11-2010
Guayaramerin, frontera boliviana
Despertamos a las 6 de la mañana en lo alto del barco. Marcos mareaba con dos chicas completamente borrarcho. Era demasiado pronto para hacer nada asique paseamos. Encontramos el lugar ideal donde dormir en Residencial Miranda, muy cerquita del centro. El pueblito no era demasiado grande pero si caluroso, asique decidimos alquilar una moto por solo 10 Bs para hacer algunas gestiones. Pronto estuvimos mas entretenidos con la ayuda de la policía tocando los cojones. A penas alquilada y ya nos están parando y preguntando si tengo licencia. Claro –le digo. La tiene el tipo que me ha alquilado la moto, así me dijo que funcionaba. El policía se pone terco, que tenemos que ir con él a tránsito a solucionarlo. Yo no voy a ninguna parte, -le digo- yo tengo mi licencia y la tiene aquel tipo. Si quieres vamos allá. Me esta empezando a poner nervioso pero no me explica porque tenemos que ir a tránsito sin haber echo nada. Yo, mas cabezon que el poli, que no voy a tránsito. Él comienza a alterarse porque no sabe qué hacer para que le obedezcamos. Desconfío de él y no sé qué pretende, dinero seguramente. Vamos a la plaza y te enseñaré la licencia le repito, casi fuera de mis casillas. De camino topamos con cinco policías más, donde paramos y el poli que nos escoltaba todavía se crece más. Todos insisten en que tenemos que ir a tránsito. Acabé cabreado y les dije que solo iría hasta la plaza donde alquilé la moto. Finalmente y no sé cómo, se preparan para llevarnos puesto que me habían confiscado la moto. Eva y yo iremos andando, les digo. Desconcertados los policías se adelantan y nos dejan ir hacia la plaza caminando. Llegamos y Eva se esperó allí, mientras yo fui con el que me la alquiló al jodido tránsito. Me informa allí un policía que para turistas es obligado pasar por allí y registrarse y te dan una licencia para poder circular. Nada especial, una simple forma de sacarte el dinero. Informo al policía que no tenía noticia alguna de tal trámite, que ya alquilé motos en Bolivia en otras ocasiones y nunca necesite tal licencia. El policía acaba dándome la razón, algo que no esperaba, y se queda entonces a solas con el que me la alquilo. Dice que la culpa es suya por no haberme informado o no haberme acompañado a transito antes del alquiler. Espero afuera con el único fin de que el tipo me devuelva el carnet de conducir. Fallo mio por haberle dado el original en lugar de la copia, destinada a tal efecto. Cuando salió regresamos a la plaza y me dijo que le habían denunciado que le diera algo para ayudarle. Me negué y emprendí la caminata con Eva. A tomar por culo la moto alquilada, ya nos entretuvieron bastante, vayamos en moto-taxi. Caía ya mucho sol asique fuimos a descansar al hostal. Dormimos hasta la hora de la comida cuando fuimos al mercado, nos gustaba mucho. Después solo recuerdo que fuimos a por la siesta y yo me quedé profundamente dormido hasta el día siguiente. Eva disfrutó de un poco de soledad y vida social.
Al día siguiente desperté encapotado después de tantas horas. Sorprendí a Eva, que dormía, con un desayuno; batido de frutas y empanadillas de carne y queso. Cada cosa por un mísero boliviano. Comimos de nuevo en el mercado, pescadito frito y sopa. Por la tarde un baño en un riachuelo donde las mujeres lavaban la ropa dentro del rio y los niños jugaban y saltaban. Nosotros nos unimos con los niños, y regresamos a casa dando un paseo. No quisimos ir más lejos, pues había noticias de una pareja de franceses que había desaparecido hacia poco. Por la noche una relajante partida de ajedrez. Y descansamos para seguir rumbo a Brasil al dia siguiente.
Soro, acabo de flipar con vuestras aventuras!! gracias por hacerme partícipe de ellas. Me has hecho reír a carcajadas unas cuantas veces.
ResponderEliminarGracias, brother!