Pantanal
Salimos de Bonito a medio dia, bajo la amenaza del sol abrasador. Habiamos decidido ir en autostop hasta nuestro proximo destino a 400 Km, llamado Corumba, lugar desde donde organizariamos la visita a Pantanal. Fue dificil encontrar autostop en esa carretera de tierra y la espera se hizo larga. Como siempre, Eva se dedica a la labor de parar a los coches, mientras yo, algo retirado, aprobecho para escribir. Y Zas!!! Mano de santo, ya tenemos un coche esperando.
La operacion se repitio varias veces esa tarde y no estuvo exenta de sacrificio y paciencia. LLegamos hasta Bodoquena y cuando todo parecia perdido, justo antes de posponer nuestro proposito, paro nuestra salvacion, Marcos y su mujer, que en camion nos llevaron hasta Miranda. Desde alli, desde la misma estacion de servicio, tuvimos la gran suerte de topar con Nascimiento, simpatica y amable persona que nos ayudaria mucho en los dias venideros. Con el salimos y llegamos esa misma noche a Corumba.
Nascimiento nos llevo por la ciudad y comimos hasta hartarnos en una churrasqueria. Queriamos ir a Pantanal, una reserve natural grandisima donde se pueden encontrar muchos animales. Pero es dificil escapar de los tours turisticos sin vehiculo. Asique fue esa nuestra busqueda. Intentamos encontrar un vehiculo para poder ir al Pantanal por libre. A punto estuvimos de tener una moto de cross para disfrutar de esa experiencia salvaje, pero despues de dos dias sin noticias del tipo desistimos. Aprobechamos el fin de semana para descansar en el Hostal Internacional (25 Rs pp en dormitorio de 6) donde disfrutamos de agradables banos en la piscina combinados con tormentas tropicales. Justo la noche del domingo, estabamos un poco desilusionados con nuestra mala suerte con el vehiculo, pero llego un grupo de españoles que mejoro nuestro animo. Pronto entablamos conversacion y compartimos historias. Ellos disfrutaban de vacaciones, dentro de un año de estudio en Sao Pablo.
Al dia siguiente nos pusimos las pilas y decidimos contratar un tour, no queriamos gastar mas tiempo ni dinero en el hostal. Coincidimos con nuestros amigos españoles, asique por fin partimos unas ocho personas hacia el Pantanal. El tour al fin y al cabo, nos haria mucho mas comodas las cosas y seria bueno para una primera toma de contacto y reconocimiento. Ademas me alegraba poder compartir aquella experiencia con aquel divertido grupo de españoles.
Salimos en bus hasta el Buraco das Pirañas, lugar de entrada a Estrada Parque, la carratera que recorre el Pantanal hasta Corumba. A nuestra llegada observamos una gran charca que servia de morada a un monton de caimanes perezosos y somnolientos, que nos dieron la bienvenida con una abertura de fauces. Durante el viaje observamos que todo el terreno pantaneiro era de propiedad privada, dividido en fazendas, mayormente dedicadas al ganado. Nos instalamos en el campamento de Ecological Expediciones (en el Puente 23 de la carretera). Dimos un paseo de reconocimiento y a unos 400 metros encontramos el rio Arbobal que presentaba un aspecto diferente, sobrecogedor y desolado, algun tronco se alzaba solitario y servia de descanso a las aves. Parecia un rio africano, semiseco, el lugar ideal para caimanes. Y en efecto, alli estaban, inmoviles, petrificados en la orilla de aquel rio. Eran de color oscuro y unos dos metros de largo, con cara de pocos amigos y colmillos bien afilados, sin duda, eran de verdad!!! Curiosos los observamos y probamos a pescar alguna piraña pero los caimanes obstaculizaban nuestra labor de forma amenazadora. Detectaron nuestro miedo y enseguida se mostraron los dueños del lugar. Uyy! Creo que he pescado uno! Al final nos cansaron y acabamos tirandoles la salchicha que comieron con gusto.
Me sorprendió que los mosquitos no eran tan insoportables como había esperado. A pesar que era temporada seca y había numerosas charcas y lagunas.
El primer dia de expedición en el Pantanal fue de safari. Por la mañana recorrimos varios kilómetros haciendo paradas para ver nutrias, capibaras, cocodrilos, y muchas aves, entre ellas tucanes, águilas, periquitos, guacamayas y batos. Había muchos animales aunque la vegetación no era tan salvaje como habíamos imaginado. Por la tarde repetimos el safari pero en barca, a través del rio Paraguay que resulto muy agradable. Hicimos un poco de tiempo tomando cervezas en una tienda dentro del Pantanal para regresar al campamento al atardecer, cuando muchos animales se activan y es mas probable verlos. De regreso no vimos ni un animal porque íbamos bebiendo, cantando y muy alegres, asique disfrutamos de la compañía y el momento mas que del lugar. Después de cenar nos reunimos todos alrededor del fuego bajo un manto estrellado y envueltos en rica cachasa brasileña caímos en dulces sueños.
El segundo día fue tan increíble como surrealista, Fuimos a pescar a un lago, al que llegamos después de una caminata a través de un bosque de palmeras, Carlos el guía, un tipo negro y robusto había planeado un día especial porque decía que lo estaba pasando muy bien con nosotros. Llegamos a un lago donde nos pusimos a pescar. Habia varios tipos de pescado pero predominaban las pirañas. Troceamos el corazón de ternera y nos metimos literalmente en el lago, hasta las rodillas. Según Carlitos las pirañas no nos morderían si no tenemos ninguna herida o perdemos sangre (cuidado mujeres con periodo). Las películas nos han trasmitido una idea muy desastrosa en relación a estos hambrientos pescaditos. Aun asi Carlos nos recomienda que enterremos los pies en el fondo para evitar sorpresas. Lo que siempre nos ha dado tanto asco, meter los pies en el lodo, se convierte en nuestra salvación. No tardamos en empezar a sacar pirañas, como a notar sus mordisquitos aleatorios por las piernas. A todo esto el lago lleno de cocodrilos, que empiezan a rodearnos, tienen hambre y prefieren comerse nuestra pesca. Una! Otra! todos pescamos alegremente en línea bajo la amenaza del sol abrasador. Carlos se ocupa de que disfrutemos y está en todo. De pronto, Eva pesca una piraña y el caimán se le echa encima. Tan solo quiere comérsela, pero asusta ver como se acerca, Eva agarra el palo destinado a tal efecto, y golpea al caimán en la cabeza. Este parece comprender entonces quien manda y desaparece en el agua. Y repite su acoso una y otra vez. Eva sigue dándole con fuerza, protegiendo nuestro espacio de pesca. Ya son cinco los caimanes que nos rodean y el montón de peces sigue creciendo en la orilla. De pronto, una situación embarazosa; en el suelo a la orilla del rio la pesca, al lado Carlos y justo detrás un pequeño cocodrilo de un metro que burla nuestra cerca. Decisión equivocada que le costó la vida al bonito reptil.
Ya entusiasmados, limpiamos todos los pescados y se preparó la cola del caimán. Minuciosamente quitamos las escamas y se salpimentó con ajo molido y lima, un rebozado final en harina y listo para freír. El cocodrilo estaba exquisito!! El pescado también!! Además de la comilona acompañada de arroz y ensalada, Carlos nos sorprendió haciendo todo tipo de artilugios con ramas y hojas; platos sacados de palmeras, cucharas de hoja de palma… en fin, ¿quién necesita cubertería teniendo un bosque de palmeras y un machete?
De regreso a casa hicimos un análisis de daños sufridos y las consecuencias fueron tres heridos, dos de ellos por picadura de una clase de superavispas, en la mano y cerca del parpado respectivamente, que produjo una fuerte hinchazón y dolor. Nuestra amiga Silvia tuvo una caída y se jodio el brazo. Las avispas tienen su colmena en los arboles y protegen el lugar de forma muy violenta. Recomendación: correr.
Lisiados y agotados regresamos al camping provistos de cervezas que tomamos sin ni siquiera movernos de la camioneta. Cenamos con gusto y nos tumbamos en las hamacas a las 22 horas. A las 22:01 todos estábamos dormidos.
Tercer dia: Desperte al amanecer, un color rojizo envuelto en sonidos de animales y vegetación me produjeron una sensación muy agradable que no me pasa todos los días. De nuevo fuimos de caminata, esta vez a la parte izquierda del puente 33. De nuevo por valles y bosques de palmeras. Carlos encontró un rastro, parecía la huella de un jaguar. Parecía que habían arrastrado un bulto gordo por ahí. Quién sabe, quizás la añorada anaconda! Seguimos el rastro hasta el bosque y allí estaba, el cuerpo sin vida de un cerdo salvaje, con el cuello desgarrado por la fuerza brutal de una mandíbula poderosa y el vientre abierto de par en par. Esa imagen me hace pensar algo, ¿Cuántas criaturas mueren en Pantanal cada noche?
De vuelta al campamento cada uno se entretuvo en lo que quiso. Yo afile mi machete, otros fumaban, Silvia y Eva con la artesanía. Carlos volvió a mostrar su destreza, vinó con unas hojas de cactus, se afano rascándolas con una cuchara y no tardo en sacarle la fibra, las lavó y el resultado fue un hilo blanco con el que hizo un collar para Eva decorado con una escama de caimán pulida. Al rato trajo una fruta comestible que machacada servía de tinte natural, una especie de jena con la que puedes hacerte tatuajes que se vuelven de color azul, muy bonito.
El tour había terminado y los españoles emprendían su camino de regreso. Eva y yo queríamos descubrir algo por nosotros mismos, o hacer mas fotos furtivas a los animales. Asique Tatu, el chofer, nos llevo al bar de QueQue, a 17 Km del rio Paraguay. Pedimos permiso y acampamos en su terreno.
Al dia siguiente nos pusimos en marcha muy temprano. Paseamos con sigilo por las fazendas colindantes. En su paso encontramos numerosos cadáveres de animales, que aprobeche para llevarme sus dientes y colmillos. Tan solo conseguimos ver aves y un coati solitario, aparte de vacas. El sol era insoportable pero todavía queríamos pescar para hacer la comida. Asique pescamos en el lago cercano al bar, donde QueQue nos autorizo a utilizar su barquita. Aunque las pirañas no eran muy grandes, su número compenso y dio para una comida copiosa. El sol por su parte ya me había achicharrado y aunque deseábamos un baño con fuerza, las pirañas y cocodrilos marcaron su terreno y no nos dieron tregua. El calor impedía mi funcionamiento normal e irritaba mi estado de ánimo. Eva, estoica y brava preparo un arroz acompañado de pirañas rebozadas fritas. Buenisssiimo!!!
Descansamos y esperamos a que cayera el sol, habíamos decidido regresar a la ciudad, Corumba, si había suerte. La hubo. Eva paró a un tipo llamado Marcos que nos llevo hasta el hostal. El viaje se hizo muy entretenido con las conversaciones. El chico muy simpático que nos explico que la parte del este del Pantanal era muy guapa y que los turistas no pasan por allí, aunque se requiere de un 4x4 debido a la arena. Por la carretera, el paso de un animal grande nos sorprende. Se trata de un oso hormiguero, de los grandes. Mi asombro es tal que no acierto a sacar la cámara mientras el cruza tranquilamente. Finalmente pude fotografiar solamente su larga cola peluda. Al rato se repite la misma escena, pero esta vez con un armadillo. Me gustaban mucho aquellos encuentros casuales.
Ya en el hostal disfrutamos de baños en la piscina y salimos a comer hamburguesas sabrosas y baratas.
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