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jueves, 27 de octubre de 2011

Costa del Pacifico, de Nayarit a Oaxaca



Vamos sin reloj, y todavía a veces me pregunto qué hora es. Que importa!, dice Evita.

Recorremos kilómetros sin prisa, tranquilamente. Atravesando y explorando un estado y otro del gran y ya querido Mexico. Seguimos rumbo a la deseada Oaxaca donde esperamos instalarnos por un mes con el fin de hacer artesanía para preparar la temporada de Navidades. A nuestro paso la hermosa costa del pacífico, repleta de atractivos lugares por sus montañas, playas y acantilados. Como amante de la pesca y el mar hemos podido disfrutar en cada una de sus playas, pescando, buceando, compartiendo con los pescadores más variopintos, comiendo coco, matando mosquitos o dejándonos revolcar por las inmensas olas de la época, que te absorben y zarandean, te lanzan y escupen violentamente. Descubrimos el Pacifico en el Estado de Nayarit, en Sayulita y la hermosa playa contigua “mal paso” donde efectivamente fue un paso inapropiado pues allí nos robaron nada mas llegar. Una playa larga y solitaria, azul a un lado, verde al otro, un lugar idílico donde relajarse y dedicarse a las cosas mas insignificantes, y sin embargo, lo peor que ocurrió es que nos habían robado la tranquiladad. Eso y el reloj que me regalo mi hermano antes de salir. Intranquilos decidimos continuar hacia Manzanillo, donde posiblemente encontraríamos a nuestros amigos Cata y Lucho. Asi fue, el azar o quizás el destino nos mantenía unidos. Sin olvidar que paramos unos días en la playa de la Peñita, donde me metí a nadar y me sentí seducido por la idea de llegar hasta una roca que se hallaba unos dos kilómetros mar a dentro. Me sentí seguro y me acerqué mas y mas, Eva me miraba a lo lejos y pensó que me llevaba la corriente a su antojo. Continué hasta sentirme como un náufrago, entregado a las fuerzas del mar, y fue entonces impulsado por la preocupación de Eva cuando decidí volver. El oleaje había cambiado de dirección y amenazaba con estamparme contra las rocas. Un grupo de hombres dedicados a la pesca organizan inseguros una operación de rescate. Pertrechado con una soga pretende atraparme como lo haría con una vaca o un caballo. Desde el mar les muestro mi bienestar y despreocupación y termino saliendo sin incidentes. Ya en Manzanillo pasamos un par de días en la casa que le habían prestado a Lucho, y otros tantos más cerquita del mar, en la playa Audiencia donde una de las mañanas madrugue para ir a pescar y me sorprendi con la cantidad de pescados que saque desde arriba de un bote. Concluimos en Manzanillo con la fabricación del quemador para la paella. Y un asado de pescado en la punta de Boquita.
Condujimos alegremente hasta Maruata, donde descubrimos un lugar especialmente bonito de ecoturismo, playas, rocas y palmeras bastaban para hacer aquel lugar especial. Un pequeño pueblo o comunidad indígena donde viven sin asfalto ni edificios. Me encantan los lugares naturales, organicos, donde las cabañas y palapas dan un toque perfectamente armonizado con el entorno. Dedicados principalmente a la pesca, tuvimos la oportunidad de ir con ellos en barca y pescar. Era un lugar idílico en el que sin duda me hubiera quedado más tiempo. Vimos el desove de tortugas inmensas. Fumé muy buena yerba y hasta compré una pequeña red con la que poder pescar y aprender la técnica. La gente nos trató siempre bien, a pesar de que nos resultaban algo decrépitos. Fumaban mucho y hablaban en Nawal, con lo cual a veces no teníamos ni la mas remota idea de lo que hablaban. Un dia desperté y Eva me informó que me habían robado las chanclas ante su mirada petrificada y silenciosa. Cheme, nos permitió aparcar en su terreno y hasta nos propuso construir una cabaña por alojamiento y comida. Wilfrido se preocupó siempre de nosotros y nos llevo a pescar. Su tio Teodoro también nos permitió utilizar sus instalaciones a pie de playa y refugiarnos en su casa en ultimo instante cuando la tormenta se puso fea y subio el nivel del agua del rio y finalmente quedó todo inundado. Habiamos disfrutado de pescado fresco preparado en cada una sus formas; asado, frito y como fresco ceviche, de pulpo y camarones. Me daba cuenta de que en aquellas tierras la naturaleza y el oceano todavía tenían recursos para satisfacer las necesidades de muchas familias. Y yo me iba con la pena de irme sin poder capturar ni una langosta, por estar en época de cría. Además de las inclemencias climáticas, con las que Eva llego a tener miedo por la fuerza brutal del viento acompañado de lluvia intensa y olas gigantes. Era época de huracanes y hacia tan solo veinte días que uno había devastado la mayor parte de palapas y construcciones, asique no tuvimos otro remedio que continuar nuestro viaje. Quedaba pues pendiente regresar por aquellas tierras de pescadores y surf.
Rumbo a Oaxaca seguimos sorprendiéndonos con el Pacifico, mas playas insólitas, como Puerto Escondido, o Roca Blanca, para llegar finalmente a Masunte, hermoso y turístico lugar con el que despedimos la costa y los mosquitos para adentrarnos en la sierra Oaxaqueña. Tres horas de lluvia constante hasta que llegamos a San Mateo Rio Hondo. Próximo capitulo!


























1 comentario:

  1. SOROOOOOO QUE GUAPO TÍO!!! QUE BIEN ESCRIBES, ADEMÁS!!! Si pusieras más lo que sientes y lo que piensas, para acompañar lo que ves, podrías incluso publicarlo.

    Un abrazo bro!!!

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